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El namasté de los negocios

Dos amigas, un restaurante y mi clase de yoga, había mucho que aprender sobre la unión de estos tres elementos.
Por: Vanessa Ortega

“Estira tu pierna derecha y siente como tu tendón se alarga”; “entra en tadasana y eleva tus brazos lo más alto que puedas”; “separa los dedos de los manos y prepara tu cuerpo para urdhva mukha svanasana”…mi maestra de yoga no dejaba de decir palabras que yo no entendía y las posturas eran cada vez más difíciles. Veía a las chicas que me rodeaban y parecían bailarinas profesionales calentando antes de subir al escenario.

Esa misma tarde, saliendo de mi clase, visité a Romina, una amiga que ha entrado al mundo de los negocios a través de un restaurante que puso con Ximena, su amiga de la universidad. Al principio las dos estaban felices, pues ser dueñas de su propio negocio y su tiempo era algo que les emocionaba desde hace algunos meses, pero las dificultades llegaron cuando se dieron cuenta que no era tan fácil llegar a acuerdos. Algunos eran tan pequeños como decidir el color de los manteles o el menú en la carta de postres, y otros más importantes como la cantidad de personal que debían contratar o el monto inicial de la inversión. Romina, decepcionada, me contaba que emprender era más complicado de lo que pensaba y hasta llegó a confesarme que debió hacerle caso a su papá cuando le dijo que los negocios y las amistades no se mezclaban.

A mi parecer, Romina estaba dejándose vencer por las dificultades olvidando la clave para hacerse presente en la toma de decisiones: la negociación con su socia. Qué más daba si Ximena escogía el color de los manteles y Romina el de las sillas, o si al menú de postres se le agregaba un platillo más. Desde los acuerdos pequeños cada una debía tomar parte en el negocio que emprendían juntas pero, para llegar a negociaciones efectivas, hacía falta desarrollar una cualidad primordial en estas dos emprendedoras al igual que en cualquier practicante de yoga.

En mi clase de yoga hay una palabra a la que mi maestra recurre cada que nota a un alumno frustrado por no poder hacer una postura, y es “flexibilidad”. Esta misma palabra fue la que le mencioné a Romina mientras, delante de mí, desbarataba su sueño de mujer emprendedora. La flexibilidad como eje en las negociaciones podía funcionar para estas dos socias que parecían perder la motivación, puesto que les ayudaría a encontrar soluciones innovadoras ante las dificultades, abrir la puerta a otras posibilidades que beneficien al negocio y buscar siempre nuevas alternativas para mejorar la calidad en el servicio, además de mantener la armonía entre ellas al ser sinceras sobre el rumbo que quisieran que tomara el negocio. Romina entendió que ser flexibles en la toma de decisiones y tener la seguridad de exponer sus propuestas le daría un cimiento más fuerte al restaurante.

Bien dicen que la innovación y la flexibilidad son los elementos que mantienen de pie a un negocio y en este caso, también diría que a una amistad.

Namasté* a todos los emprendedores.

* El término namasté es utilizado como una forma tradicional de saludo y de despedida en la cultura hindú. La palabra se acompaña del gesto de unir las palmas de las manos frente al pecho e inclinar la cabeza como una muestra de respeto hacia el interlocutor, o en este caso, al lector.

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